Es mediodía. Siento el banco frío que esperó meses por alguien que lo acompañara; en frente, la gente espera el bondi de las doce treinta. Grises sendas atraviesan la vereda. Es invierno. Un montículo rodeado de palomas, ramas esqueléticas y unos tímidos rayos de sol dibujan la Plaza Fabini. Un viejo dice, para su sobretodo «¡El día, qué hermosura de día!...». El agua de la fuente cae, resbala, sueña, fresca. Y una paloma abandona el montículo de hojarasca, para mirarme con la nostalgia de los días de verano.
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