La vida y su cariz de letanía.

Construimos extenuantemente una vida de arena cerca del mar. Enarbolamos civilizaciones enteras con sus grandes castillos y torres flanqueadas por grandes muros que serán habitadas por golems del más banal de los carices. 

Nos vanagloriamos y orgullecemos de nuestro trabajo logrado a lo largo de siglos de esmero. Ilusos profanamos la arena que nos vio nacer al mezclarse con la espuma de mar, olvidando que la marea también se cansa de la pedantería de los sublevados. Y cuando las olas con su ímpetu de mar golpeen nuestras murallas, con fútil esfuerzo nos aferraremos a la tierra que erróneamente subyugamos.

Al final que alcancemos el escarpado, al borde del abismo descubriremos la debilidad de nuestros hechos. Y reconoceremos que lo más loable que logramos fueron las reminiscencias de un vago eco que marcó el compás de nuestra poca melodiosa travesía que acaeció en este insoportable flujo de tiempo.

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