Esas imágenes se diluyen poco a poco. Todos esos retratos lentamente comienzan a desvanecerse. Sé que estás escondida en algún lado, y te busco debajo de esos pesados recuerdos.
La soledad me toma la mano en la oscuridad. A veces siento que camino hacia atrás, que ésta realidad es sólo un mal sueño en el que no estás. En éste recuerdo etéreo ya no te encuentro. Ya no sé por qué te estoy buscando. Romper con los recuerdos cuesta demasiado, y más cuando es la melancolía lo que te mantiene atado. ¿Soy en mí mismo, o te pertenezco? Creo que, en realidad, los dos le pertenecemos a los recuerdos. Somos esclavos de eso que alguna vez fuimos, si es que alguna vez llegamos a ser algo. Roto el corazón es cuando parecemos menos humanos, sabes que sin mí nunca podrás llegar a ser lo que siempre pudiste haber sido.
Y cuando la sombra de los retratos desaparece, cuando todo se ha diluido, sólo quedan las vagas sombras de los recuerdos. Debajo de ellos tal vez se encuentre la respuesta a la pregunta que nunca respondimos, a la promesa que no cumpliremos. Perdimos la capacidad de mirarnos a los ojos, cuesta trabajo recordar la manera en la que te miraba. Yo sí recuerdo tus ojos y tu sonrisa, y la manera en que desnudaban mi alma. Fueron tus palabras las que me enseñaron a amar, las que me encadenarían por siempre a tu ser, a tu alma.
¿Recuerdas cuando me enseñaste a amar?
Los recuerdos son como huellas en la arena. Cuando miras hacia atrás, te das cuenta de que no hay nada, sólo obscenas marcas que te recuerdan lo estúpido de tu andar. No diría que cuando caminé a tu lado, dejando nuestras huellas juntos, fue algo estúpido. El problema fue la marca que dejamos cuando nos caímos. Y fue, tirados en la arena, donde nos empezamos a ahogar. Comenzó a caer esa lluvia que nos inunda el alma con la más profunda necesidad de otra persona. Nos empapa y nos prohibe pararnos y seguir andando, nos deja aquí tirados, sin poder siquiera mirarnos a los ojos.
¿Recuerdas cuando no llovía?
Ésta lluvia es la penitencia que debo pagar. Es la manera en la que los recuerdos no dejan que te suelte, nuestras huellas no se separan. ¿Recuerdas cómo te miraba? Tal vez esa sea la clave de todo. Tal vez nunca debí de haberlo hecho. Eres lo mejor que se ha cruzado por mi vida, y lo que la vuelve más miserable día a día.
No sé por qué te escribo esto, tal vez ya no soy ni un recuerdo.
Y cuando la sombra de los retratos desaparece, cuando todo se ha diluido, sólo quedan las vagas sombras de los recuerdos. Debajo de ellos tal vez se encuentre la respuesta a la pregunta que nunca respondimos, a la promesa que no cumpliremos. Perdimos la capacidad de mirarnos a los ojos, cuesta trabajo recordar la manera en la que te miraba. Yo sí recuerdo tus ojos y tu sonrisa, y la manera en que desnudaban mi alma. Fueron tus palabras las que me enseñaron a amar, las que me encadenarían por siempre a tu ser, a tu alma.
¿Recuerdas cuando me enseñaste a amar?
Los recuerdos son como huellas en la arena. Cuando miras hacia atrás, te das cuenta de que no hay nada, sólo obscenas marcas que te recuerdan lo estúpido de tu andar. No diría que cuando caminé a tu lado, dejando nuestras huellas juntos, fue algo estúpido. El problema fue la marca que dejamos cuando nos caímos. Y fue, tirados en la arena, donde nos empezamos a ahogar. Comenzó a caer esa lluvia que nos inunda el alma con la más profunda necesidad de otra persona. Nos empapa y nos prohibe pararnos y seguir andando, nos deja aquí tirados, sin poder siquiera mirarnos a los ojos.
¿Recuerdas cuando no llovía?
Ésta lluvia es la penitencia que debo pagar. Es la manera en la que los recuerdos no dejan que te suelte, nuestras huellas no se separan. ¿Recuerdas cómo te miraba? Tal vez esa sea la clave de todo. Tal vez nunca debí de haberlo hecho. Eres lo mejor que se ha cruzado por mi vida, y lo que la vuelve más miserable día a día.
No sé por qué te escribo esto, tal vez ya no soy ni un recuerdo.
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