Enamoradas

No me dí cuenta en el momento.

Tal vez sólo fue la sorpresa, la luna que nos bañaba bajo su aura. La emoción de romper la noche con nuestros gritos, de hacer arder el tiempo con nuestros besos. "Vivir al límite", como muchos lo han hecho.

La noche comenzaba como cualquier otra. Me encontraba sentado en el café, fumando uno de esos aburridos cigarros que venden en la farmacia. Hacía rato que le había ordenado una cerveza al mesero, pero, al parecer, no le había dado importancia. Sólo vine para distraerme un rato, en mi cuarto me la paso viendo la televisión. Y ya estoy harto, no puedo seguir viendo a esos payasos que aparecen cada seis años.

En realidad, en el café no pasaba mucho. Yo me encontraba sentado en la mesa de la esquina, con una completa visión del lugar. Unas cuatro o cinco mesas vacías me separaban de una pareja que venía a seguirse enamorando antes de, si el sujeto sabía jugar bien sus cartas, ir a algún lugar a hacer el amor. En la mesa de al lado, se encontraban tres jóvenes haciendo tarea: dos chicos y una chica. Creo que los dos chicos estaban enamorados de ella. Al fondo del lugar se encontraba una barra donde el mesero se sentaba a leer un periódico cuyo artículo principal se titulaba "Ni Lo Despeinan". El mesero estaba enamorado, lo podía notar por el anillo de casado. Y eso era todo lo que pasaba, una típica noche en éste lugar que tendré que aprender a llamar "hogar".

Tal vez te hayas dado cuenta de que encuentro cierta afición en fijarme en las personas y el amor que intentan esconder o que expresan sin tapujos a otra persona. Es algo raro, lo sé. Creo que todo es muy aburrido cuando no estás enamorado, y para no sacarme los ojos por la banalidad de mi estado, me gusta fijarme en la gente e imaginar sus historias, y cómo llegaron a estar enamorados.

El punto es que me encontraba divertido por la manera en la que los dos chicos intentaban darse valor frente a la chica, cuando una nueva variable se introdujo en la pintura que estaba observando. A una mesa de mi, tomó asiento una mujer con una belleza digna de volver una noche aburrida en una locura. Inmediatamente me puse nervioso. Digo, soy un hombre. Comencé a imaginar todos los escenarios posibles, y a pensar cómo actuar en cada uno para acercarme a ella.

El mesero se acercó a tomarle la orden muy sonriente. De seguro le había llegado uno de esos bonitos mensajes repentinos al teléfono. No pude escuchar lo que pidió la chica, estaba perdido en su mirada. Antes de darse media vuelta, el mesero me vio y pareció que se acordó de mi cerveza, por lo que fue corriendo a la barra y me trajo la cerveza más fría de éste agujero.

La chica ni me volteaba a ver. Parecía que, para ella, no existía nada al rededor de su mesa. Sacó uno de esos cigarros aburridos y lo prendió. Pensé "mierda, ahora ya no me pedirá encendedor". Tenía que ingeniármelas para hablar con ella, digo, lo he hecho con tantas chicas que no debería de ser un problema. Pero, ¿estaba enamorada? No me daba pista alguna para saberlo. Aún así debía arriesgarme, si no estaba enamorada, tenía que hacer que se enamorara de mi.

Esperé a que el mesero le llevara lo que sea que haya pedido. La bebida de una persona dice mucho de ella, o, al menos, de su estado de ánimo en ese momento. Le llevó una cerveza, lo cual la hacía mucho más interesante.

Permíteme describírtela: era bastante delgada, pelo castaño claro y a la moda, facciones que te hechizaban al momento, una mirada absorbente y pechos pequeños. Era hermosa, perfecta. Tal vez nunca pueda olvidar esa sonrisa.

Apagué el aburrimiento que quedaba de mi cigarro en un cenicero que descansaba sobre mi mesa, me puse de pie y, sin más, me senté en su mesa. Por fin puso su mirada sobre mi. Era más absorbente de lo que creía... Algo raro tenía, aunque no quise averiguarlo en el momento. Además, ¿qué importaba? Estaba aquí sentado para enamorarla, no para ponerme a pensar en sus problemas.

Era una chica agradable, o al menos no quiso deshacerse de mi en ese momento. Comencé por preguntarle por su vida, por sus pasiones. Me habló de ella durante horas, de las cervezas pasamos al ron en "no-sé-qué-momento", y así la hice pasar un buen rato. Digo, a la gente le encanta hablar de sí misma, y más cuando hay alcohol de por medio. Sobre todo a las chicas.

Estaba tan ebrio que esos cigarros ya no me parecían tan aburridos, la chica y yo traíamos una fiesta digna de estudiantes de Derecho. Le dije que vivía del otro lado del parque, que fuéramos a pasar el rato (en realidad, le dije que fuéramos a pasar un par de horas mágicas estando solos), y así es como la chica de los pechos pequeños y yo nos dirigimos a mi pequeño y, a partir de éste momento, divertido departamento.

No te haré el cuento largo, la verdad es que empezamos a hacerlo en la puerta y terminamos de hacerlo en la cama. Me estaba enamorando, ésta chica era perfecta. Estoy en contra de hacer el amor la primera noche que conoces a alguien, creo que la lujuria sólo envenena el futuro de la relación y no permite que los sujetos se enamoren tan puramente como deberían de hacerlo. Pero vamos, yo ya estaba enamorado, la chica era perfecta y un poco de sexo no le hace daño a nadie. Ya la tenía en mi bolsa, al menos la frecuentaría un par de meses más hasta que todo se vaya a la mierda. Suprimía el aburrimiento de mi vida.

Y entonces comenzó a llorar.

Éstas son las situaciones para las que ni Hollywood ni el complot PRI-Televisa nos han preparado. Te sientes como un verdadero pendejo. Primero crees que acabas de perder toda tu virilidad porque, bueno, acabas de coger y ahora la chica está llorando. Luego piensas que ella está loca, de seguro es el alcohol o algo. Pero finalmente te ganan tus instintos, la envuelves con tus brazos y le preguntas:

- ¿Qué pasó, Caro?

- Nada... No ha pasado nada.

- Coño, estás llorando, ¿qué está pasando?

- La verdad es que esta noche, antes de ir al café, he peleado con mi novio. Fui para fumarme un cigarrillo y tranquilizarme un poco. Fue entonces cuando os encontré, bebimos un par de copas y, pues, aquí estamos. Soy una puta, me doy asco. - (Palabras más, palabras menos)

Por eso no pude darme cuenta de si estaba enamorada o no, por eso encontraba algo raro en sus ojos. Odio que pase esto, por eso estoy en contra del sexo en la primera noche: nunca trae algo bueno. Y ahora ella pensará que la utilicé como un mero recurso sexual, y ahora yo no la bajaré de hija de puta por engañar a su novio.

Fue una noche tirada a la mierda, por no darme cuenta de que la chica tal vez no esté enamorada, pero no está dispuesta a enamorarse de alguien más.

Y así es como chicas llegan y se van, las relaciones son efímeras. El sexo no tiene importancia, Borges y Lovecraft pudieron vivir sin eso. Soy uno de esos locos que cada día están abiertos a la posibilidad de enamorarse, de salirse de la rutina, de lo banal de las relaciones actuales. Me da asco cuando sólo paso un rato con una chica, siendo meramente unos animales buscando saciar sus instintos más primitivos. Creo que la vida se trata de justo lo contrario, tomar las direcciones que nos posibiliten alejarnos cada vez más de lo animal que alguna vez fuimos... Se trata de hacer arte, indignarnos, reírnos, odiarnos y, sobre todo, enamorarnos. O, al menos, de mantenerlas enamoradas a ellas.

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Esto fue un pequeño experimento.

Por cierto, a partir de verano les tenemos un par de sorpresas =) Les recuerdo seguirme en Twitter: @untalroy

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