Hace meses escribí esto, pero nunca lo terminé... hasta hoy. Es muy curiosa la vida.
Yo tenía como 14 años y me fui de
viaje con mis padres. Todo era conforme a lo planeado: unas ordinarias y muy
lindas vacaciones de verano. Nos levantábamos temprano y conocíamos los lugares
que comúnmente conoce la gente cuando se va de viaje. Lo normal.
Yo la pasaba muy bien, pero había
un momento del día que esperaba particularmente. Un momento del día en el
que era un poco más feliz a comparación del resto de los momentos del día: Era
cuando la tarde comenzaba a morir y el sol cansado se recostaba en el horizonte.
Mi padre decidía que era tiempo de regresar al hotel y yo sonreía para mis
adentros. Al llegar, mis padres agotados se metían al bar y me dejaban solo, ya
que yo no podía entrar con ellos. Era ese
momento el que esperaba con ansias durante todo el día.
En el instante en que veía a mis
padres perderse por el bar sabía perfectamente lo que tenía que hacer, no
perdía el tiempo: caminaba de nuevo hacia la entrada, me sentaba en las
escaleras que había en frente y clavaba los ojos en la puerta del lugar. Escaneaba
a todas las personas que entraban y que salían del hotel. No me dejaba distraer
por nada, ya que el momento favorito del día estaba en juego. Verla a ella estaba en juego, y no quería
perdérmelo.
Me importaba tanto que comenzaba
a morderme las uñas. Recuerdo lo nervioso que me ponía. Yo no soy alguien a
quién le suden las manos, sin embargo me ponía tan nervioso que fue la primera
vez que me sucedió eso. Ahora que lo pienso, nunca me han vuelto a sudar las
manos.
Entonces la veía llegar: creo que
ella era un año mayor que yo, su cabello era largo y castaño, su piel era muy
clara y sus ojos eran verdes. Tal vez ella sea la razón por la cual me encantan
los ojos verdes, pero en fin. Yo la veía y, al entrar al hotel, ella me veía a
mí. Sentado desde las escaleras notaba cómo les decía un par de cosas a sus padres,
los cuales venían llegando con ella, e inmediatamente después se acercaba, se
sentaba conmigo y sonreía. También a ella la dejaban sola, y felices
platicábamos.
Era muy entretenido: yo le
hablaba en español y ella me respondía en italiano. Tal vez por eso nos
entendíamos tan bien. Nos tocaba ver el atardecer y platicábamos hasta que mis
padres salían del bar y me obligaban a seguir paseando por la ciudad. Siempre
que recuerdo todo esto me suelo decir que exageraba un poco. A veces hasta pienso
que todo era un poco ridículo, pero a los 14 años todos exageramos y somos
ridículos con algo, así que le resto importancia.
Y es que esto sólo sucedió 4
veces. Es decir, a ella sólo la vi 4 veces. El día que se tenía que ir del
hotel, al despedirse me dijo un par de cosas lindas y me besó tímidamente. Y mi primer beso fue en italiano. Nunca la volví a ver. Esta
tal vez sea la parte del texto en la que tengo que explayarme, la parte del
texto en la cual tengo que hacer sentir al lector lo que yo sentí, para que les
interese y se identifiquen con la historia. La verdad es que no sé cómo hacer
eso, no quiero ser cursi y me da mucha hueva, así que no lo haré.
Tampoco tuvo mucha trascendencia
en mi vida, es una simple anécdota de verano, como muchas otras…
El otro día me subí a un camión
en mi universidad, me senté y me dispuse a comer mi torta con singular alegría.
El camión iba bastante lleno, era mitad de semana y todos tenían una cara de
cansancio impresionante, de esas que son del tipo fin-de-semestre. Yo me comía
mi torta y miraba a las demás personas. El punto es que era un día común y
aburrido, pero de repente, de entre toda la gente del camión, vi a una chica de
pelo corto y castaño. No la podía ver bien porque estaba de espaldas, sin
embargo podía notar que era linda. Iba acompañada de una amiga y ambas veían un
mapa de la ciudad, así que deduje que tal vez no eran de por aquí. No me importa – pensé. Y continué
comiendo mi torta.
Dos minutos después creí escuchar
palabras en italiano. Era una voz femenina, así que supuse que eran las dos
chicas que miraban el mapa. Las seguí viendo, pues no había nada más que hacer.
Veía perfectamente a una de ellas, pero seguía sin poder ver a la chica que
estaba de espaldas. La que me causaba cierta curiosidad.
Incliné mi cuerpo un par de veces
hacia ambos lados para ver si podía verla mejor, pero había mucha gente y no
logré mucho. Al poco rato lo dejé de intentar y seguí en lo mío. Tal vez cuando
ella baje del camión, si es que se baja antes que yo, pueda verla - pensé.
Al poco tiempo el camión hizo una
parada, noté que las dos extranjeras se disponían a bajar y las observé atentamente.
La chica linda se dio la vuelta y rápidamente salió del camión con su
compañera. Logré verla por un segundo: sus ojos eran verdes y su rostro era muy
fino. Tuve una especie de presentimiento, pero no estaba muy seguro de la
situación. En ese momento tampoco se me vino a la mente aquél verano del cual
acabo de escribir porque, en realidad, ya tenía bastante enterrado todo aquello.
Pasaron unos segundos, el camión
arrancó y me terminé mi torta. Fue cuando noté que me estaban sudando las
manos.
Es muy curiosa la vida, ¿no?
Es muy curiosa la vida, ¿no?