12 de noviembre

Me prometí escribirte las letras necesarias cada día que pasara sin tu compañía. Es de madrugada y solo han muerto unas horas desde que sentí tus labios por última vez, te dije hasta pronto y salí corriendo sin mirar atrás. Pero las palabras no pueden esperar un segundo más, fluyen rápidamente y se despiden del duro colchón para evocar tiempos mágicos e inolvidables.
Para ti:
El pelón merodeaba a través de su habitación verificando que no faltara nada para la travesía que emprendería junto a su amada mujer de chocolate al salir el sol. Intentaba dormir pero le era imposible, sentía una emoción tan extrema que ni el somnífero mas potente lo podría tumbar. Por fin llegó el nuevo día y al escuchar el relinche de una yegua, bajó corriendo las escaleras ansioso de encontrar a su amada jineta, la más audaz de la ciudad. Ella no podía montar sin sus lentes de Mickey Mouse, aquellos que reflejan la torre de Pisa y resguardan esa mirada tan dulce. Galoparon rápidamente rumbo al campo escuchando el canto del imperio del sol. El pelón jugaba emocionado con una cajita cuya función era congelar imágenes y conservarlas por siempre; mientras ella ansiosa por refrescarse hacía jadear a la blanca potranca que comenzaba a disminuir su veloz ritmo. El camino era larguísimo, subían, bajaban pero no llegaban. Al vislumbrarse su destino, dejaron al animal en las caballerizas y corrieron para ajustarse sus bañadores. La mujer de chocolate acostumbraba tardarse mucho tiempo en arreglarse, algún día pasó mas de cinco horas acariciando su cabello igual que la princesa austro-húngara Sissi. Pero esperarla valía la pena, cuando salió del vestidor, él estaba tan impactado con semejante belleza que perdió el sentido de la vista durante unos minutos pudiendo recuperarlo sólo después de aventarse un clavado y llegar al fondo de la poza azul. Ella disfrutaba mucho que la acariciara el sol, así que se sumergió aguantando la respiración un tramo larguísimo para llegar al islote verde y dejarse caer como una iguana. El pelón la alcanzó y tras recuperar la vista lo primero que vio fueron los hermosos pies de su amada, le gustaban tanto que al secarse les tomo una foto para nunca olvidarlos. El pelón tenía los pies planos y gordos, cuando los niños los veían se abalanzaban a mordidas confundiéndolos con tamales. Su siguiente escala era visitar al respetado Borbollón, un anciano que escupía burbujas durante el día y la noche y al cual no cualquier mortal se atrevía a saludar lanzándose como una flecha para ganarse su respeto.
Ante la mirada omnipresente del viejo romanceaban infantilmente, amargado por el pasar de los años recordó a su antiguo amor la lluvia y sopló tan fuertemente que los encauzó entre el caudal del río para iniciar su travesía, tras ser arrastrados por la fuerte corriente intentaron oponer resistencia enterrando sus dedos entre las piedras, pero la mujer de chocolate se dejó llevar intencionalmente por la marea de agua dulce para que el pelón la atrapara entre sus brazos, meciéndola y besándola apasionadamente y sin testigos. Al terminar el majestuoso intercambio de saliva, ella descubrió un insecto saltarín que habitaba en el cráneo del pelón, fue así como conoció a Margarito quien existía sólo para sus ojos y se convirtió en un querido amigo. El agua enfriaba y las pieles de los amantes se erizaban, justo cuando pasaban debajo de uno de tantos puentes colgantes, escucharon el rugido de un drakkar vikingo, sentado en la proa vieron a un gigantesco hombre peludo que animaba a su joven tripulación a remar sin cesar para llegar al fuerte, su voz era tan estruendosa y temible que las aves presentes volaron despavoridas y no regresaron al río jamás. La mujer de chocolate nadó sigilosamente a la orilla para evitar ser vista y corrió hacia un campo inmenso de pasto, donde jugaban al futbol los habitantes locales. El pelón la persiguió y al toparse con las porterías improvisadas recordó sus sueños de ser el mejor futbolista del mundo y después narrar los goles de las grandes leyendas. Amaba tanto el deporte llegó a llorar conmovido por las hazañas de su ídolo ficticio Patrik Kovak, un delantero alemán que cargaba con su equipo a cuestas en los momentos clave y era amado por la tribu. Éstas visiones las tenía mientras se enjabonaba en la regadera o al llegar al clímax las discusiones políticas entre su padre y su abuelo. Corriendo descalzos por el pasto sintieron la presencia de un enjambre de mosquitos poco amigable y sediento de sangre. Ella se abalanzó a su espalda, y más rápido que un caracol retornaron a la orilla. Del otro lado del río unos aborígenes cantaban alrededor de un columpio de madera en forma de ritual. Al acercarse el pelón y la mujer de chocolate, los cuatro huyeron hacia la selva sintiéndose amenazados. Las cuerdas abandonadas prometían diversión extrema y adrenalina pura, cuando ella se subió inflaba sus cachetes y era perseguida por el lente de la mágica cajita de su madre. El pelón se imaginaba en sus futuras aventuras captando el escenario natural de fondo y a su bella musa como modelo. Las figuras mas bellas de esa tarde fueron las capturadas tras el primer vaivén. Antes de que sus estómagos fueran perforados por el hambre decidieron subir al puente principal y unir sus almas y cuerpos en un instante eterno, sus huellas en ese sitio persistirán. Tanto reir, nadar, correr y jugar los fatigó y el sol se encargó de dorarlos, era hora de partir para comer. Se montaron en la yegua y al emprender el vuelo levantaron el polvo y se perdieron lentamente en el cielo. Hasta la fecha no han regresado al paraíso que encontraron, pero saben que solo ahí el aire está impregnado de fantasía y la tierra regada de felicidad.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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