Tú eras ella,
la que me revivía cada mañana,
la que me levantaba cuando tropezaba,
la mujer que me amaba.
Contigo viví tantas cosas
que jamás serán contadas.
Me dabas nuevas ilusiones todos los días,
me mantenías con vida.
Hacerte feliz era mi pasión
y tu me respondías con tanto amor.
Forjaste mi alma alimentándola
con la perfección de la tuya.
Me ayudaste a crecer,
a madurar, y a perder
todo aquello que me envenenaba
y ser digo de ti, impedía.
Recuerdo cuando éramos tan ilusos
que pensamos en siempre estar juntos.
Pero el universo, junto con todos sus astros,
llegó a jodernos.
En ti pienso a diario,
en todos los días estar a tu lado.
Me imagino tomando tu mano
y robándote otro beso.
Estás muy lejos,
o tal vez lo estoy yo.
Quisiera estar contigo
y hacerte sentir lo que escribo.
De nuevo caí en ese lugar oscuro,
frío y húmedo,
me sumergí en ese asqueroso mundo
donde el tormento me llega al cuello.
Caí en esas tentaciones
que la soledad te ofrece.
Quisiera encontrarte una vez más
y me ayudes a levantar.
Pero es imposible,
aunque en este lugar me encuentres,
tu mano ya no va a alcanzarme...
Te dejé ir por siempre.
Sólo quiero que recuerdes
que nunca debes de detenerte.
Quiero volver a escuchar tu nombre,
aunque al oírlo, me derrumbe.
Eres perfecta,
y en tu perfección está mi agonía.
Eres esa persona
a la que ninguna otra podrá igualar.
Tú eras ella,
la que al tocarme, me hacía temblar.
La que sigue rigiendo mi vida
aunque ya no estés en ella...
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