Tengo dudas


¿Qué? Tú no confías en nadie, y lo sabes. No confías ni en el sol ni en las estrellas, ni en ella. Aunque la ames. Pero no lo malinterpretes, por favor. Entiéndelo. Es completamente razonable considerando la situación en la que estamos todos. Considerando lo que el mundo nos enseña a diario. Has aprendido que confiar es para ilusos y románticos, para los más felices. Para aquellos que no se dan cuenta o no quieren aceptar todo lo que el ser humano es capaz de hacer, a pesar de ser testigos de ello durante toda su vida y aunque incluso ellos mismos cometan muchas de las faltas que tanto critican. Confiar es para ellos, que continúan creyendo que en el mundo existen personas realmente buenas o realmente malas, aunque los mejores libros les enseñen lo contrario. Aunque hayan leído a Hemingway y a Dostoievski y aunque la música más sincera se los repita todas las noches a gritos. Para gente que sigue confiando en confiar a pesar de todo lo anterior y aunque a veces hasta su propia vida les murmure, sincera y delicadamente al oído, que no deberían hacerlo.

Confiar es para ellos, no para ti. Tú no estás ciego ni sordo. Tú has visto al mundo y prefieres ser consciente de la cruda realidad que saberte felizmente engañado. Y al igual que las blancas palomas de cualquier plaza o las molestas moscas de tu cocina, no confías en el ser humano porque sabes de lo que puede ser capaz cuando te alcanza. Cuando te tiene en sus manos. Confiar resulta tan estúpido como meterte tú mismo al fango sabiendo que es fango… y sabiendo que te estás metiendo, (¿comprendes lo estúpido que es?). Como cavar tu propia tumba, pues. Como darle un arma cargada al tipo de junto para luego decirle: “no me mates, por favor”. Y bueno, probablemente no te mate en ese momento, no. En realidad tal vez nunca lo haga, sin embargo le estás dando el poder de hacerlo y uno nunca puede saber en qué tipo de circunstancias vivirá el vecino al día siguiente. La vida da muchos giros y el hombre, cuando se trata de sobrevivir, resulta ser bastante perro. Supongo que en el fondo todos somos egoístas. Que es nuestra naturaleza, el instinto de supervivencia.

Así que no, no confías. No confías porque siempre dudas un poco, en el fondo. Porque has visto al ser humano en todas las posibles circunstancias: Lo ves en las filas de los bancos y en los baños públicos cagando. Lo ves en las fiestas excitado, siendo infiel y siguiendo sus instintos más bajos preocupado o despreocupado al respecto. Consciente e inconsciente de sus actos. Drogado. Lo has golpeado y has visto su sangre, igual a la tuya. Lo ves arrepentido y apenado. Triste y con rabia. Celoso. Mintiendo. También lo has visto superar eso. Decidido y feliz. Lo has visto brillar con aquello llamado filosofía siendo sabio. Inteligente. Lo ves inspirado creando y haciendo arte. Lo conoces desnudo y lo has visto haciendo el amor con su cuerpo y con sus palabras, diciendo “te amo” y sonrojándose. Le has hecho cosquillas y lo has visto amando y siendo amado. Matando y siendo asesinado. Lo has visto hacer todo eso y justamente por eso sabes que es capaz de todo. ¿Cómo puede uno no dudar sabiendo todo esto?

Y sin embargo nos gusta confiar… o más bien, empiezo a pensar que nos es necesario. Nos guste o no, confiar forma parte de cualquier sistema social que pretenda funcionar correctamente, ¿te imaginas un mundo en el que nadie confíe en nadie? No existiría, sería imposible. No podríamos hacer tratos, tener amigos, ni tener pareja. Supongo que nos mataríamos entre todos. Viviríamos paranoicos y solitarios. Ahora veo que todos confiamos y me mentiría si me dijera que yo no confío en la gente, porque yo también me veo obligado a hacerlo. Y aunque en el fondo dude del ser humano, no por eso estoy dejando de confiar en él. Porque la confianza nace de la duda, y no se llamaría confianza si tuvieras que pedir explicaciones. No se llamaría confianza si no dudaras un poco todas las veces.

Y bueno, yo dudo de la gente porque yo también soy humano y sé de lo que soy capaz. Porque me conozco y a veces pienso que ni yo confiaría en mí, y justamente por eso, porque soy igual a los demás, sé lo que los demás son capaces de hacer. Conozco al hombre porque me conozco y sé las cosas que he llegado a pensar, así de sencillo. Y a veces me da miedo la idea, lo acepto, pero no por eso voy a negarlo, mierda…

-          ¿Iker?

-          ¿Qué pasó?

-          Te quedaste pasmado, te pregunté que si confiabas en mi…

-          Ah, claro. Pues… es un poco más complicado de lo que piensas…

-          ¿A si?

-          Sí. Pero no te preocupes, claro que confío en ti.

Fuego


Tienen toda la razón, nunca me ha gustado el mar. ¿Que por qué hice hasta lo imposible por formar parte de la tripulación Satimbanqui? ¿Que es un barco con mala reputación debido al buen humor de los seres que trabajan a bordo de él, que tienen reputación de piratas y son unos farsantes? Pues les diré la razón por la que ahora soy un orgulloso tripulante de tan pintoresco navío: no iba a perder la oportunidad de aprender algo de éste grupo de bufones y actores reprimidos que cantan, beben ron y ganan dinero como lo hacía ni el propio François L'Olonnais.

No, la verdad me volví parte de la tripulación porque estaba huyendo de una mujer, pero no es momento ni lugar para contar esa historia... En fin, mujer, si lees esto: Je suis desolé, ma cherie.

Y así fue como comenzó mi aventura de pirata. Alzando la Jolly Roger, volviendo el estómago debido al mareo causado por el movimiento del barco y contrayendo un poco de escorbuto de vez en cuando. Era muy bueno en eso de abrir cofres, asesinar a los bounty hunters que venían por la cabeza de mi capitán (cuyo nombre era Alejandro La Fuente, por cierto), poniendo a los capullos rebeldes de la tripulación en su lugar y, sobre todo, violando mujeres. Era libre, no había compromisos, impuestos, ni corazones involucrados.

"Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."

Espronceda no pudo ser más atinado. Creo que el sueño de todo romántico es vivir ésta libertad en carne propia, escuchar como "en la lona gime el viento", mirar el mar y perderse en su ominosa belleza. Pero no todo son historias que te mantendrán al borde de tu silla mientras lees éste texto. Hay experiencias internas y noches llenas de contemplación y añoranza que también merecen ser contadas.

Era una noche tranquila. Nos encontrábamos en alta mar, teníamos provisiones, dinero, alcohol y mujeres suficientes. En realidad, no había mucho qué hacer, y nada de qué preocuparse. En el Saltimbanqui siempre había un ambiente de fiesta, el Capitán La Fuente endulzaba la noche con su ron destilado de kraken y Trespis solía montar obras improvisadas en las que hacía burla de cada uno de nosotros. Pero ésta noche era diferente, la melancolía se respiraba por todos lados y éramos muy pocos los que nos encontrábamos en la cubierta mirando cómo los astros bailaban a lo lejos.

Yo pensaba en una mujer (no, no en la mujer de la que había huido al principio del relato), en esa que hace que siga escribiendo. Es fácil encontrar la libertad, regocijarte en ella y adaptarte a éste modo de vida. Sí, es fácil cuando no tienes corazón. Siempre llega un momento en el que comienzas a añorar a esa persona, la manera en la que su mano se paseaba por tu cuello o cómo hacía que te derramaras sobre su piel, haciéndose tuya. La manera en la que se enojaba cuando fumabas un poco de tabaco estando con ella, o cómo se burlaba de ti porque te daba miedo el mar, te daba miedo la libertad. ¿Sabes? Es divertido ver cómo cambian las cosas, pero es inaguantable darte cuenta de cómo cambia una persona... 

Y básicamente en eso se resumen mis pensamientos de esa noche, los hombres nunca dejamos de pensar en mujeres. Es chistoso cuando te das cuenta de que acabas de violar a una española justo antes de subir a cubierta y ahora sólo piensas en la mujer que dejaste ir por idiota. Muchos hombres se darían por bien servidos por haber tenido sexo y un poco de ron recorriendo sus cuerpos, pero creo que soy uno de esos pocos románticos que les gusta autoflagelarse con problemas existenciales aunque gocen de todas las bondades que el mar, el libertinaje y la vida tienen que ofrecerles.

Se avecinaba una tormenta eléctrica, pero todavía quedaba tiempo de otro cigarrillo antes de volver con mis chicas secuestradas. Mis compañeros fueron a dormir en el momento, pero yo me encontraba tan concentrado en encontrar alguna respuesta en el fondo de la botella de ron que me quedé ahí parado sin darme cuenta de que me estaba quedando solo. La noche se encontraba especialmente tranquila, ¿cómo desperdiciar un momento así?

Alcé la vista, por si lograba ver algo que valiera la pena en la oscuridad que rodeaba al Saltimbanqui. Quedé paralizado al instante, nunca había visto algo parecido. A lo lejos, había un objeto algo grande para ser una roca, con una clase de fuego blanco y azul brotando poco a poco de los mástiles y palos altos. [Silencio general. El viento calla. La naturaleza no respira. Parece muerta. A lo largo del mástil empiezan a centellear débilmente los fuegos de San Telmo.] Y entonces el fuego se prendió como esperando a que mi vista fuera puesta sobre aquel objeto. 

[Todo estaba en llamas, en el cielo había rayos y en el agua partículas luminosas, e incluso los propios mástiles estaban coronados con una llama azul]. Y en medio de todo el fuego pude observar que, coño, el objeto que desprendía el fuego era un barco, ¡y estaba en movimiento! Corre por tu vida, ladies and children first. Encontré refugio detrás de un mástil del Saltimbanqui, y me asomé para ver de nuevo el espectáculo del Fuego de San Telmo.

El barco navegaba como si nada, como si el fuego no importara, como si la tripulación no le hiciera falta. Un barco navegando solo, con ese fuego blanco y azul que parece plasma cubriéndolo. Como si no estuviera lo suficientemente asustado como para que el condenado barco haya cambiado su rumbo y ahora pareciera que se dirige directamente a mi posición.

Parece que fueron segundos, pero estoy seguro de que fueron, al menos, unos 10 minutos. Me quedé parado como estúpido, absorto en el fuego blanco que pocos hemos visto y sofocándome en ese fuego azul que podría quemarte el alma de sólo verlo, mientras el barco del mismo demonio se dirigía hacia mi, viendo cómo atravesaba el Saltimbanqui sin destruirlo, sin hacer ruido. Teniéndolo a pocos metros de mi, pude ver que dicho navío era básicamente transparente, tal vez lo único real fuera el horrible fuego que emanaba de él. Y así llegó hasta mi, y sentí cómo el fuego me besaba, me acariciaba y, en susurros, me decía:

- Prepárate para lo que viene, ¡hijo de puta!

Y tan rápido como se encendió el fuego, todo desapareció. Me encontré solo en la cubierta del barco, con una cara de pendejo que me hubiera gustado haber visto. Corrí a volver el estómago en el lugar menos indecente posible, encendí un cigarrillo y abrí otra botella de ron. Después de un rato subió Julio a tomar un paseo, y de paso bebió un poco de alcohol conmigo.

Yo todavía me encontraba temblando. Digo, ésta jodida experiencia es once in a lifetime. Le comencé a compartir todo el asuntillo a Julio, quien fue poniendo una cara de espanto cada vez más severa conforme fue progresando el relato. Al final, no me quitaba la mirada de encima, y juro que podría haberme matado en eso momento.

- No tienes idea de lo que era todo eso, ¿verdad, Rodrigo?

- No, ¿por qué? ¿Usted sí, Julio?

[¡Fuego de San Telmo, ten piedad de nosotros!]

Todo pasó demasiado rápido. Tan sólo dije la última palabra y vi cómo a Julio le pasaba una bala por el cráneo. Tomé refugio en seguida, pero no sirvió de nada. Ya tenía tres cañones de pistola apuntándome directo a la cara, y vaya sorpresa cuando vi quiénes eran las que estaban a punto de apretar ese gatillo.

Delante de mi se encontraban todas las putitas españolas que había violado las últimas semanas. Sonreían por tener sangre de bufones jugando a ser piratas en sus manos. Yo no podía hacer más que reírme como desquiciado. Y como nunca se puede dejar de ser tan pendejo, cagante y chistoso al mismo tiempo, mi boca escupió las siguientes palabras:

- Vamos, que después de coger tanto uno pensaría que al menos se enamorarían un poco...

- Yo no me enamoraría de un anarquista de mierda como tú, hijo de puta.

- Bah, qué más da. De cualquier manera, todo hombre está condenado a morir por la mano de las putas que ha encontrado en el camino.

=========================

Fue bonito escribir esto, espero haya sido de su agrado, y si no lo es, sería bueno que me lo hicieran saber. El chiste de andar publicando es ser corregido y, así, mejorar.

Notas:

1) El fuego de San Telmo o Santelmo es un meteoro ígneo consistente en una descarga de efecto corona electroluminiscente provocada por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan las tormentas eléctricas. Aunque se le llama «fuego», es en realidad un plasma de baja densidad y relativamente baja temperatura provocado por una enorme diferencia de potencial eléctrico atmosférica.

Este fenómeno toma su nombre de San Erasmo de Formia (Sanct' Elmo), patrón de los marineros, quienes habían observado el fenómeno desde la antigüedad y creían que su aparición era de mal agüero.

Físicamente, es un resplandor brillante blanco-azulado, que en algunas circunstancias tiene aspecto de fuego, a menudo en dobles o triples chorros surgiendo de estructuras altas y puntiagudas como mástilespináculos y chimeneas.

2) Francçois L'Olonnais, conocido también como "El Olonés", fue un auténtico pirata psicópata, sus atrocidades sin límites le hicieron ser sumamente temido en las colonias españolas.

3) Trespis fue un personaje que, aprovechando las fiestas en honor de Dionisio, se atrevió a realizar interpretaciones teatrales, pero al hacerlo se burlaba de personajes importantes, por lo que fue acusado de mentiroso y farsante y fue exiliado de Grecia.

4) Obras de otros autores utilizadas como referencia o citadas entre comillas (") o corchetes ([,]):
   - "La Canción del Pirata", José de Espronceda
   - "Viaje Al Centro de la Tierra", Julio Verne.
   - "Moby Dick", Herman Melville
   - "Carta a J. S. Henslow", Charles Darwin

5) Como un extra, les dejo el link para leer "El Corazón Delator" de Poe, por si gustan =)

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/corazon.htm

Bibliografía

http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/pirata.htm
http://senderosdelahistoria.wordpress.com/2007/08/07/piratas-y-bucaneros-famosos-de-los-siglos-xvii-y-xviii/
http://etimologias.dechile.net/?saltimbanqui
http://bloqnum.com/posts/%C2%BFque-es-el-fuego-de-san-telmo/
http://es.wikipedia.org/wiki/Fuego_de_San_Telmo

Decidir, Nadar, Amar

¿Sabes? Te he escrito mucho. Nunca lo he publicado por alguna u otra razón, y creo que ha sido mejor de éste modo. Últimamente siento que te vuelves a acercar a mi vida de una manera peligrosa y, ¿sabes? Me gusta.

¿Por qué hoy te publico algo? Por la misma razón por la que te estás acercando de nuevo.

=====================

Una alberca. El césped. Los cigarros que se consumen abandonados en el cenicero. Los besos que se lleva el tiempo pero que quedan un poquito enterrados en nuestros labios. El colibrí que canta despertando a la Diosa... Todo esto que está a punto de volver a empezar.

Y las cosas se demoran. El té de las cinco a veces lo tomamos a las seis. Nuestro amor, por más que planeamos lo contrario, tal vez comience tiempo después. ¿Y es eso malo? Tal vez tus ojos me enamoren más que hace tanto tiempo, es probable que ya se sientan cómodas nuestras manos. ¿Y si te dijera que, en la lejanía, todo esto fue planeado?

El sol escurriendo por tu espalda y los audífonos adornando tus orejas. No escuchas ninguno de mis pensamientos, y no creo que alguna vez lo hayas hecho. Algunos dirán que me estoy adelantando, que esa jodida distancia nos sigue separando. Distancia que no existe, que viejas espinas han puesto en nuestro recorrido. ¿Estás dispuesta a vivir todo esto de nuevo, a recortar la distancia y volver a intentarlo?

La última bocanada del cigarro, el último trago al escocés con dos hielos. La pregunta no es si tú lo harás, si estás dispuesta a suprimir dicha distancia, porque sé que al final te rendirás y lo harás. El problema es si estoy dispuesto a hacerte feliz, a enamorarme otra vez de ti. Coño, me gustas tanto, pero no quiero volver a hacerte lo mismo. No quiero enamorarte, enamorarnos, y al final mandar todo al carajo.

Fuera del murmullo de éste paraíso donde nos encontramos sé que está lloviendo. Que hay recuerdos embarrados en los muros y viejos asientos del metro donde la soledad me espera con una rosa en la mano. No para de llover y el día aún es largo, y contigo todo está tan soleado. Todavía no termino la última bocanada del cigarro y tú me sigues esperando, con una vieja promesa de amor reflejada en tu espalda sólo cubierta por el traje de baño, con tus ojos que no terminan de buscar mis labios.

- ¿Nadamos un poco?

- Vale, pero sólo un poco.

Alina se levanta del camastro, se unta un poco de bloqueador en el cuerpo, me embarra un poco en la nariz y me toma de la mano. Bueno, ahora debo levantarme, sonreír y besarla un poco. Ella me responde el gesto con una sonrisa que revuelve a esos horribles bichos en mi estómago, que de seguro hizo que me sonrojara y quedara como un estúpido. Vamos a nadar, porque la señorita quiere nadar.

Mis pies se hunden en el primer escalón de la alberca. Ella ya se ha adelantado, tiene el cuerpo sumergido hasta el cuello y me mira con esa mirada que tal vez lo haga por mucho tiempo. Estoy aterrorizado. Me tiende la mano, sabiendo que estoy decidiendo. Me sonríe, me besa un poco, me besa más. Yo simplemente no quiero lastimarla, enamorarla y que las cosas, al final, no salgan como ella quiera.

- Vamos, Rodrigo, atrévete a nadar un rato conmigo.

- Pero si la última vez casi nos ahogamos...

Primer Desdoble

Llovía. Qué digo llovía, se estaba cayendo el cielo. Pero no importaba, no mientras continuáramos tomados de la mano.

Caminábamos sobre los charcos, sus tacones hacían un sonido horrible cuando pasaban sobre el concreto mojado. Nuestro rojo paraguas comprado en algún pequeño país de Europa apenas me cubría una parte del cuerpo, pero ella no se mojaba y eso era lo que importaba. Prenderle el cigarro, darle la primera bocanada al mío y seguir caminando. Todo se trataba de seguir caminando, de hacerlo tomados de la mano. Mi cigarro se consumía, una mirada tímida y una sonrisa que aceptaba lo que proponía la mía. En algún punto tenemos que llegar, finalmente tendremos que terminar nuestro recorrido. Pero aún no era el momento, el viento continuaba vertiendo esa fría brisa sobre nuestros rostros, sus tacones seguían haciendo ese horrible sonido.

Sus rojos labios me llamaban, pero teníamos que seguir caminando. Usted puede creer que caminar tomados de la mano es fácil, pero todo se vuelve más complicado cuando uno va fumando y sosteniendo un paraguas que sólo la cubre a ella. Además de que su servidor se muere por besarla y dedicarle el Poema #3 de Neruda.

Pero no se trata de besarla, se trata de caminar juntos, tomados de la mano, bajo la lluvia. Se trata de éste momento, se trata de que ella está conmigo, y del horrible sonido que sale de sus tacones al tocar el jodido piso. No se trata de una mujer más en la lista, ella es diferente, significa algo... O al menos de eso me he estado convenciendo.

Nos detenemos en la esquina, los coches están pasando. Mi cigarro se ha consumido y ya es hora de tirar la colilla al piso. Lo hago. Levanto la vista, me está viendo a los ojos. Por la inercia del momento, cualquier hombre la besaría. Digo, es el momento perfecto: un país ajeno, la lluvia, las manos que no se han despegado y unos ojos delineados mirando fijamente los tuyos. Pero no, no se trata de esto. Hay que seguir caminando. La abrazo un poco y la jalo del brazo para hacerle entender que aún debemos terminar nuestro recorrido.

Es la lluvia y el peligro de enamorarse. Uno no viaja para caer en ese estado de miseria mental que algunos llaman enamoramiento (algo así diría Ortega y Gasset), lo hace para conocer un país diferente al suyo, y si conoce a alguna mujer sólo va a intentar un encuentro casual como los tiene en su país de residencia. Nunca se viaja para enamorarse, esa es la primera norma del poeta viajero. Pero es inevitable, su servidor no espera que su corazón sea tan débil como para enamorarse de ella mientras escuchan Devendra Banhart en alguna estación del tren. Me enamoré y ya, no tengo la culpa de nada. Yo no vine para ésta basura.

Pero ya estamos caminando bajo la lluvia, tomados de la mano. Ya cedí, en sus ojos puedo perderme hasta el ocaso de nuestro tiempo. Podría escuchar el horrible sonido de sus tacones por el resto de la eternidad, siempre y cuando éste momento no se acabe. Mientras que sigamos enamorándonos, mientras que aún no nos besemos, mientras que yo no me regrese a México.

Y ese es justamente el problema. ¿Para qué es todo esto? ¿Cuál es el punto de enamorarse si sólo va a durar un aproximado de 14 días? Eliminando unas 36 horas que voy a gastar viendo el fútbol y otras 24 jugando a que estoy escribiendo, claro. Y es cuando Dios se ríe de mi alma, me vuelve a poner en aquella situación que muy lentamente pasa de la comedia a la tragedia. Uno no puede decidir si se enamora o no, pero puede ocultarlo o expresarlo. Pero, si da lo mismo si todo esto termina mañana o en una semana, ¿cuál es el punto de decírselo?

Da igual. Ella está enamorada de mi y mi mano ya se acostumbró al abrigo de la suya. Tal vez lo mejor sea encender otro cigarro y dejar que el tiempo continúe enamorándonos.

Hasta que me regrese a México.